martes, 10 de marzo de 2009

Capítulo 2: El Valle


Llevando una bolsa de lona muy grande, encorvaba su cuerpo. Largos pies arrastraba en soledad. Sol poniente le daba la espalda y Coeta olfateo una flor.

-Déjala, querida. Adelante tendrás las mías, pero no es lo que querías.-Dijo marchando siempre lentamente hacia horizontes muy lejanos.

El campo no era verde, no era anaranjado, ni era color oro. Estaba así, y seguiría estando, porque los llanos no desaparecen cuando las canciones no pueden escucharse mas. Solo cambian de apariencia, pero no es su color lo que distingue este césped.
Con sus grandes manos bañadas de arrugas apretó la boca de la bolsa, manteniéndola cerrada.

-Dos mas dos y faltas vos, tantos otros sin dolor.-Dijo, como rememorando, al piso, arrastrando siempre sus zapatos.

Caminos no había en tales tierras, pues la magia soporta cambios; mas no estructuras, y aunque delimitaciones naturales llevaban a las bestias por donde debían, aquí los Hombres no tocaban la tierra con ánimos de corromperla. Les era imposible.

-Cuando llegaremos señor mio? De tanto calor tengo escalofríos! Otra jornada bañada en baladas?.-Dijo Coeta.

Blancas vestimentas transparentaban su vida, que con alas de maga bajaba hasta el viejo.

-Atención no te falta señorita mía, que canciones no sobran en días de melancolía.-Dijo sonriente levantando la cabeza.

Cayó entonces su bolsa a sus pies, y él de bruces. Con aplomo servicial buscaba entre sus pieles. La bolsa dejo escapar dolorosas escenas de drama para los sentidos. Llorarían los ojos de un Hombre que viera estos vientos de incontables colores escapar de la prisión. Con cauto frenesí hundió sus brazos dentro del morral y mordiéndose el labio buscaba su mejor arma.

-Toma tu flauta! Toma tu lira! Toma tu viola color de sardina! Hay de mi oído, que no veo tu caspa! Donde esta tu rugido mi señor de Anarazca?

El viejo, inquieto, pataleaba su libertad con medio cuerpo encerrado. El Hada entonces observó inmóvil, con ojos de víctima, como la bolsa se tragaba lentamente el resto del anciano.




Texto que NO es mío. Es del Señor Shugo, un amigo que me regalo el segundo capitulo de su historia (el primero es el texto de la entrada anterior).
Gracias Shugo!, Te quiero mucho!! ~~

Enjoy it.