martes, 20 de septiembre de 2011

Omblïgö

Del latín umbilicus, diminutivo de umbo, umbonis, "escudo, insignia, ptte, "sellito", porque es distinto de cada persona.

Las grandes revelaciones de una mujer, suceden en cuartos de hotel. N hace falta que lod iga yo para que alguien conciba esa idea. Cualquier hombres que haya amado a una mujer en un hotel, puede no sólo entender, sino afirmar lo que digo. Sólo quien lo haya hecho habrá encontrado la efímera llave del misterio que guardan.

Es posible que Gimena haya conocido la forma de su secreto desde que era muy chica. No es difícil imaginarla con cinco años, tirada en el pasto, mostrándole su panza al Sol. Riendo, sobretodo riendo. Como la noche en que la conocí en Boedo, la única diferencia es que el Sol se escondió en la Luna, y que tenía más cara de pícara que de inocente.

No puedo asegurar sí ella sabe cómo funciona su magia. Sabe que la tiene, eso sí, pero la naturaliza de tal forma que se olvida, no la registra. Para Gimena muchas cosas maravillosas, son simples flores.

Conocí a Gimena hace diez años. Lo que descubrí en ella, hace tres.

He hablado de hoteles y grandes revelaciones, es cierto. Tardé siete años en convencerla de que se acueste conmigo, y nunca la vi en otro lugar que no fuera el bar que está en Av Directorio. Excepto esa vez.

Ella tomaba un fernet, pareciendo "clásica y moderna"[1]. Le dije que era como uno.

-Sos como un ferné, pero dulce.

-¿Cómo así?- Dijo Gimena.

-Digo, no sos una flor, sos todas.

-Chís, qué te hacés, Tomás.

-Lo que no soy-le dije, y eso pareció interesarle.

La forma correcta de seducir una mujer, varía en cada una. Son como los ombligos, en cada persona cambian de forma y esencia. Cada uno tiene una dádiva que dar.

Gimena siempre fue un poco flor. Pero en aquella habitación, era la primavera más esperada Su cuerpo se rindió en la cama, como la primera gota de rocío en un equinoccio de otoño. Gimena desnuda. Gimena floreciendo. Gimena para mí.

Florecía, de verdad.

Lo que voy a decir ahora puede creerse o no. Pueden acusarme de haberme embriagado hasta con el maldito néctar que esa mujer segrega cada vez que respira. Pero sucedió, y lo real se explica sólo por tener la capacidad de existir.

De su ombligo, nació una flor. Luego otra un poco más grande, y después otra, y la piel de Gimena se volvía un pétalo acomodado entre las sábanas.

Gimena florecía. Y como conejitos de Gimena, otra Gimena tan delicada como una anémona, destilaba cada flor que creaba, en risas.

Yo la miraba. No podía entenderlo, pero tampoco necesitaba hacerlo. Y antes de que alguien me cuestione, no me terminé acostando con ella, es verdad. Pero la amé. La amé en un hotel que de pronto quedó muy lejos de Buenos Aires; y ciertamente, amarla era lo único que podía hacer y que ella de verdad necesitaba.

Hoy es el equinoccio de primavera, y todavía sigo viendo a Gimena en el bar. Le sigo diciendo que es como un fernet dulce, pero ya no pregunta porqué. Se limita a reír, y me atrevo a decir que ahora cree que tengo razón, aunque nunca vaya a dejar de ver lo increíble, como una florcita de jardín.



[1] “clásica y moderna” Es una canción de Las Pastillas del Abuelo, banda que surge en el barrio de Boedo, Buenos Aires.



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No hay imagen porque no encontré ninguna linda y si me pongo a dibujar, chau siesta (? jaja,
Saludines.


martes, 6 de septiembre de 2011

entrada número 100! Nº 100, OSVALDOOO



Haz de mí,
el gato receloso
que se destiñe
en tu
mano.
Deja que sangre
las heridas
que tu noche me dá.
Y el dolor púrpura
de una juventud
rosa,
se irá vestido de
amarillo,
en un amanecer
que aún
no nace.




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Para todas las whores que creían imposible esto (?)
Con el amor que implican estas 100 entradas jaja,
Saluuuudiiiissss.

viernes, 26 de agosto de 2011

El túnel


- Mi abuela me dijo que llegó por este túnel.

- Felipe, eso no puede ser verdad. Las abuelas son como el Sol, desde siempre estuvieron ahí.- Respondió Juana, que era un año o dos más grande que Felipe.

- No sé, Juani, mi abuela me lo dijo. Y también dijo… - el parque se abrió ante ellos, Rivadavia susurraba como si estuviera lejos, y los colectivos los escoltaban sin que lo supieran- … Que nunca me cayera ahí

- Pero claro, bobo- dijo Juana arrodillada, riéndose, mirando de lleno al túnel que tenía principio, pero no final- Si te caés ahí, no volvés más.- Y su voz repitió «Si te caés ahí, no volvés más»

- Debe ser, ¿No?

Felipe también miró el túnel, sin embargo, no dejó que su voz se esparciera por él. Fuera del parque, la ciudad ardía en obligaciones; dentro, Felipe y Juana miraban aquel agujero con la mordacidad que puede tener la curiosidad de un niño.

Juana se puso pesada. Empezó a molestar a Felipe, que te empujo, que sí, que no, vení para acá Feli, mirá que te tiró eh. Se corrieron y dieron vueltas hasta que cayó el atardecer sobre ellos. Hasta que el tropezón de Juana, fue caída.

Cayendo al gran túnel, pegó un alarido y se agarró a las zapatillas de Felipe, que absorto se perdía en las lágrimas de Juana que le gritaban ¡Feli, agarrate de algo, no me quiero caer! ¡Feli! ¡Feli!

Él no pudo reaccionar. Como si fuera un fuego letal, el miedo de Juana quemó su fortaleza y cayó, despertando en ella la desesperación de no volver, de no volver más.

La caída parecía durar los mismos años de la abuela. No había luz, no había miedo ya, la lógica no existía y el único sentimiento que podían sentir, era la pérdida de algo que no lograban descifrar.

Algo los hizo tomar otra dirección. Sintieron que se elevaban, y entonces fue cuando salieron despedidos por una corriente de aire, que los hizo aparecer en otro parque, añejado, vivido por otros que ya no eran ellos.

Ahí estaban Juana Y Felipe. La remera le oprimía el voluptuoso pecho a Juana, quien se encontraba con sus pantalones rotos y el pelo hasta la rodilla. Felipe tenía barba de años, y arrugas de haberse curtido con el tiempo.

Se miraron. Se olieron. Tardaron en levantarse. Tardaron en darse cuenta. Pero cuando consiguieron emitir palabra, comprendieron qué habían perdido.




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Después de mucho tiempo, hola de nuevo. Tenía ganas de dibujar algo para esto, tal vez lo haga después.

Abracito!

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viernes, 1 de julio de 2011

Archivo 01




La primera lágrima fue del lado izquierdo. La primera y la única puesto que lo único que no había logrado dominar eran los Danubios de su voz.
- Abrime.- insistió.
Adentro todo estallaba acribillando los sentidos. La sinestesia fue el nombre del mejor veneno para una metamorfosis que latía rasgando paredes.
A fuera, una puerta estaba siendo herida por alguien que no pudo ser parte.
La cerradura se agitaba negándose a la mano desesperada. Que le abras, te volvía a decir y vos no escuchabas, vos te estabas yendo de acá, porque ahí dentro, no había ley física alguna que avalara el infierno terrenal que acontecía tu habitación. Páginas rotas y gritos dibujados bailaban sobre tu boca, frente a tus miedos, robando lo poco que te ataba a una mundanidad inocua que jamás supo pertenecerte.
Y te viste sentado en la ventana, hamacándote en oraciones de leyendas ya extinguidas por tu dolor. Te viste del otro lado cuando estabas a punto de saltar en el libro que se iba ahuecando en el suelo de llamas fantasmas. Entonces las ramas de un árbol salieron del libro ahora convertido en un reino de gracia surreal, y te robaron las certezas, se anudaron a tus cordones arrastrándote a lo inevitable, mientras te reías de vos, resultándote al fin, desconocido en una realidad que te decantaba.
Y raspaste el cielo raso con una voz consumida. Quien agitaba la cerradura ahora no era más que un simple alguien velando en silencio un entierro que no sepultaba historias, si no que las mitificaba.
Te enterraron, inexorable. El árbol floreció en páginas amarillas, encerrándote en el pabellón del cual nunca debiste salir. El libro se cerró. Todo cesó.
Pero Alguien llora detrás de una puerta. Alguien esperar revivirte en su vida, aunque no tenga el lujo de tener un corazón en forma de poesía.



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Ocurrenme ahora varias cosas.
Necesito que quien lea esto, opine, no por una cuestión de tener más o menos comentarios, no. Si no que necesito saber la opinión pública.
Esto fue escrito ayer y hoy dije que lo iba a leer de nuevo, pero no fue así. Iba a estar destinado a un concurso al que quiero participar, pero, bueno, no xD.

Abracitos y gracias de antemano.

martes, 31 de mayo de 2011

Él ya no avisa cuando llega




Hace frío. Él ya no avisa cuando llega y yo ya no cruzo mirando el semáforo. Las navajas que cepillan mi escalofrío me tienden trampas llenas de cianuro.
Él ya no avisa cuando llega y yo me vuelvo cartas en cursiva. Un rulo que se enrula cruzando la calle que amenaza. Algo que todavía no llega y entre pasos intenta lucir un color que nunca existió.
No sospecha desde el viento algún error fatal. Revuelve en sus libros un indicio de libertad. ¿De qué se quiere librar si es el viento, si no sospecha desde sí? Le pregunta a los segundos que pasan si lo saben, antes de que se extingan en crujidos suaves. La esquina lo bosteza. Yo cruzo sin mirar.
El miedo motorizado, la duda que no sabe si esquivarme, él en la espera y un hechizo de escarcha que conjura agudos de ciudad para acribillarme.
Qué dicotomía, pienso y muero. Acabarse acechando su vida, mas cual ráfaga mortal me entrego a pisar fuerte y cruzar. Entonces sus libros se vuelven la balanza que me sentencia, en sus ojos Osiris, y en mis dedos un juicio que dicta entre párrafos de un escriba, que este es el final.

domingo, 29 de mayo de 2011




Lo bien que te queda el frío.
Vestime de pijama con los colores de todas las Lunas.
Lo Increíble de tu existencia.
vayamos a bailar.

lunes, 9 de mayo de 2011

Anilina




Sin proponerme a ser palíndromo de la lluvia,
si no, lo que Roma es al Amor,
Contengo la anilina de un orar,
de ranas que me van a sanar.

Es el suicidio de un perfume al que se le
descascara la pintura,
no así el odio que escucha con ternura.

Pero una luz azul
(y sé verla al revés)
llena de alas la sala
(ella te dará detalle)
Sos mi aneja ajena.
(sos mi luz azul,
un ojo rojo)

domingo, 8 de mayo de 2011

borradores.

25/04/11
Arcadio se balanceaba en la escalera y su barba se enredaba entre los escalones. La biblioteca siempre me había resultado una pecera de madera, una especie de arca de letras. El viejo se desenredaba y me gritaba ''Arquetipos, qué te pensás?'' bajaba un escalón y entonces ''te pensás que solo de eso trata la vida?''
Yo no le respondía, lo único que me mantenía ahí era el libro que la otra vieja me había mandado a buscar, y no veía la hora de que el maldito libro apareciera y pudiera irme a


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29/04/11
A Rocío.


Siete colores pálidos cerruchaban la noche. Rocío, una conmigo, pero no una consigo, no una en sí, me animaba a caminar. Yo estaba asustada porque las ventanas de las casas me miraban feo, y la luz de los postes no hacía gracia a la jornada.
Ella me contaba cosas mientras parecíamos buscar la parada del 92. En algún momento tendríamos que volver a casa. Me contaba sobre una casa grande, con una montaña y un mar cuadrado en su interior. Una suerte de mar de jardín.
La soledad tenía gusto a morfina. Y digo la soledad porque sabíamos que en estabamos solas en la calle, que la ciudad dormía, pero no a un nivel que pudieramos darnos el lujo de acceder.
Encontramos una casa abierta. Bastó mirarnos para decidirnos a entrar; la complicidad era algo que teníamos impregnado. No había nadie, sólo muebles que se extrañaban de ver expresiones diferentes de un segundo a otro. Estornudando polvo salimos de la casa, y entramos en la de al lado, que también se abría para nosotras. A mí no me gustaba quedarme mucho tiempo dentro, sentía que


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31/03/11

En la pared habías escrito que eras mediocre. Era mucho mejor decirselo uno mismo que escucharlo de alguien que duela. Las paredes de tu habitación siempre te habían transgredido el cuerpo como un lúdico espejo. Siempre con carnaval, y con lo amargo de la cerveza.
Era ahí, donde fumabas los problemas para que queden zurcidos en la borra de la niñez. Estabas grande, Tomás. Eras grande. Te diste cuenta de eso cuando con 19 años, te llamaron Señor. Que le alcanzara la pelota, Señor. Y te quedaste de pie frente al vocativo, y ¿Qué tenías de pibe ya? El joven imberbe no existía desde los 15, eras tan viejo como el cuadrado de todas tus sombras. Ya no tenías cuatro patas de día, ni dos por la tarde, desde entonces tenías tres en todo momento. Quien hubiese podido quitarte ese adolecer.
Te fuiste quedando solo porque nadie quiere teñir su adolescencia de gris, no garpa, entendés?


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20/01/11
No importa cuan ocasional o furtivo sea el verte. Voy a hacer la clásica mención de que me alcanza con saber que existís, pero encontrarte marchando por algo que fue, y es un ideal, marchando, verte así, no deja de tallar las pulseras en las que te guardo.

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28/03/11
Un día, como todos, descubrimos que eramos gatos. Y digo como todos porque a todos se nos chispotea el felino alguna vez.
No hace falta que le diga algo. Entiende lo que quiero y se trepa por mi oreja, mordiendo el suspenso de verlo llegar a mi nariz; poco me importa que caigamos en un abismo verde pasto. Poco me importa expresarme bien o mal a su lado, si total el único idioma, es sentirse en los labios, maullarse en la cara.
Que maulle mi nombre.
Para que pueda ronronear.
Mirá, si mordiendo su cuello me invita a jugar, regalo mi té para poder llenar las tazas de su perfume.

miércoles, 20 de abril de 2011

L'e bunny mask



"No porque se hiciese tarde hay que correr. No porque lo sea voy a hacerlo"
Pensaba yo, caminando sin menor apuro hacia casa. Salir de la escuela y hacer el mismo camino todos días, era algo monótono que no me molestaba, porque tenía mis costumbres de viaje bien marcadas, y me encargaba de que se fueran cumpliendo al pie de la letra. Así me ocupaba de cruzar la calle por detrás del colectivo, y de esperar que corte el semáforo en la misma esquina de siempre.
Caminaba pensando en lo que pensaban los demás, cantando para que piensen que me veía feliz , no importándome nada en esta vida, cantando mal para que oigan mi aparente indiferencia.
Las primeras veces no me dí cuenta. Tardé, de hecho, en descubrir al conejo. Su cara aguardaba siempre en la galería que está a mitad de cuadra de la parada del colectivo. Pasaba, y minuciosamente sin detener mis pies, clavaba la mirada en la máscara del conejo que reposaba en la vidriera de la galería. Estaba adornado de disfraces a su alrededor, artilugios que no le hacían gracia ni mucho menos; sólo empolvaban su esencia.
Cada día se intensificaba más ese contacto, los ojos vacíos, esos espacios entre lo que era y la realidad de vidrio que me recordaba que no soy inmune a las leyes físicas. Intenté entonces buscar la forma de llegar al conejo, deteniéndome sí esta vez, con el fin de pulverizar cualquier obstáculo hacia nuestro contacto.
Sin éxito, dejando pasar lo sucedido, llegué a casa y me fui a dormir. Y fue cuando la siesta abría el galpón de nubarrones cansados, que llegó el conejo. Apareció, fugazmente, vestido con un traje verde inglés y me arrastró por un laberinto interminable, lleno de columnas abarrotadas de musgo, tierra húmeda y colores azucarados. Quedé varada y sola, el conejo se había ido.
No me preocupé por lo que sucedería al día siguiente. En la galería había un hombre bien vestido, inglés, que me detuvo al pasar. Me dio la mano, y su cara comenzó a cambiar. Lo sabía, sabía que aquel hombre era la fachada de otra naturaleza. Sus rasgos cambiaban prismáticamente hasta conformar dos largas orejas y un hocico rosa soledad. La mirada, llena del mismo vacío de vidriera, me sentenciaba de forma eterna a una historia de papel crepé, de cumpleaños de cartón. El conejoide sin perder su rostro, sacó del mismo la máscara de conejo, que con violenta convicción estampó sobre mi cara, la cual absorbió la máscara como si la estuviera esperando desde aquel primer día en que noté su existencia.
Quien estaba debajo de la máscara no era más que otro conejo, un espejo del conejoide inglés que corría por la galería y me desafiaba a vivir. Mi yo como estudiante estaba anulado por mi nueva existencia, que corriendo antes de que se hiciese tarde, me cercaba un camino no acordado, pero era el mismo que intenté transgredir alguna vez. La vidriera estaba abierta, con mi nombre escrito en una esquina, y artilugios que pretendían encadenarme a ella.




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Este cuento, que no sé cómo coño habrá resultado (seguramente aburrido, pero quiero intentar ser un poco más explicativa cuando escribo), fue producto de uno de mis pequeños traumas, quiero decir, gran parte de este texto está basado en hechos reales xD, después tal vez, en el otro blog, cuente un poco más sobre esto.

Abracito!