"Creo que soy porque te invento,
alquimia de águila en el viento"
alquimia de águila en el viento"
Julio Cortázar.
Excusándome o no, haciendo cosas para cerrar historias o
volando barriletes en soledad, la vida se vuelve un plural en singular.
No hace tanto de esta historia. Y quizás eso haga que no
tenga la suficiente objetividad para contar las cosas. Pero no busco quedar
bien con una entidad superior, o analizar todo para ver cómo tendríamos que
haber sido, es tarde para eso, tarde y uno no pretende redimirse si no contar
el cuento de nuevo para después dormirlo por siempre.
Ya no trato de decir las cosas con elegancia. Comprendí que
no tiene sentido adornar demasiado las palabras, si al final no te puedo decir
nada. Las cosas como son, y vos fuiste
la libertad declarada. Lo digo porque en ningún otro mirar voy a
encontrar la adrenalina que drenaba por tus ojos llenos de bosques. Y yo quise
perderme ahí.
No sé cuántas veces cruzamos el puente. Hubo muchos 25 de
noviembre en menos de un año. En todos una promesa de que la vida iba a suceder
como tenía que suceder. Nos prometimos cosas tontas, confiamos, tantas veces,
en que los deseos de un panadero se nos revelaran cumplidos en la cara. Nos
prometimos un viaje en ese tren que está del otro lado este invierno. Ahora
está nublado y hace frío. La boletería no está disponible para promesas, los
trenes ya no se encienden con amantes.
Creo que lo que necesitábamos era sentirnos vivos, y de
alguna manera la mayoría de las veces lo conseguíamos. Nunca tuvimos una ruta,
siempre tratamos de burlar al destino.
Y si ahora me pregunto qué pasaría si dios fuera uno de
nosotros, es porque vivimos otros mundos en una habitación de hotel alguna vez.
¿Y ahí qué podía importar? Un 17 marcado en la puerta nos daba las razones para
empezar a existirnos de nuevo. 17 motivos para olvidar lo que hacía media hora
nos estaba matando. Las discusiones y lo que nos exigíamos desapareció. Me
agarraste fuerte la mano esa vez, me abrazaste con tanto miedo a que me
desquebraje. Entonces caminamos y me invitaste a dormir. Yo te dije que sí.
Los días que siguieron a ese todavía tenían la estela del
amor desconcertado por tanto querer. Vos sobrevolabas mi tiempo, yo intentaba
ser parte del tuyo. Así los barriletes comenzaron a arribarnos los cuerpos,
dejamos que el viento nos llevara lejos.
Pero el amor no siempre apunta al norte. El viento no sopla
en la misma dirección en cada atardecer. Volvimos a desdeñar nuestros gestos, y
no paso mucho tiempo para que el camino se nos partiera al medio, vos por allá,
yo remándola desde acá. Hoy me parece que nos necesitábamos demasiado, tanto
que llegábamos a despreciarnos.
Rocé la locura tantas veces tratando de poner la nada donde
tengo miedo de analizarla y tratando de entender que analizarnos es aceptar que
somos vulnerables a los factores propios de la vida y que con vos me resisto a
aceptar eso.
Como las cosas no volaban como queríamos, decidimos fabricar
y pilotear nuestros propios barcos de nubes, nuestros barriletes cósmicos. Elegí
el color de las estrellas y del arco iris que rasguña a la lluvia.
Nunca los terminamos, de más está decir que ahora descansan
en mi habitación los dos esqueletos de
barriletes que no fueron, y que yo desfilo en el filo de la terraza, en
continua huida, sabiendo que en
cualquier momento llega el reposo en caída.
Siempre estuviste seguro de que eras un invento de mi
imaginación. Siempre queriéndome volver loca, apostando a mi delirio. Quizás eso fue lo que me dio el miedo final.
El miedo de volverme loca, volverme, no serlo, y así querer escapar. La última vez que caminamos juntos, no hubo
puente, si no confesiones de secretos muy propios, y te conté sobre cuando
imagino al arlequín en blanco y negro que me mira, y yo no sé qué decirle.
-Nunca me pasó lo del arlequín.- dijiste.
Entonces a mí se me ocurrió que tal vez…
-Che, por ahí no sos un invento de mi imaginación, por ahí
vos me inventás, o soy un invento de mi invento.
-Puede ser.- suspiraste.
-Sería un buen final para una novela.
-Podría usarlo para terminar la mía.
-No si yo lo hago primero.
Ahora no importan tanto esas introspecciones en forma de
escalera caracol, vistas por un caleidoscopio que supo ser amor. La diferencia
en nuestra resta es la invención, águila soñada que arrastra nuestros
barriletes esqueléticos por distintos cielos del sur.
“Creo que soy porque te invento” Y creo que hoy salto para
no verte tan lejos.
1 comentario:
De verdad la boletería está cerrada???
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