viernes, 26 de agosto de 2011

El túnel


- Mi abuela me dijo que llegó por este túnel.

- Felipe, eso no puede ser verdad. Las abuelas son como el Sol, desde siempre estuvieron ahí.- Respondió Juana, que era un año o dos más grande que Felipe.

- No sé, Juani, mi abuela me lo dijo. Y también dijo… - el parque se abrió ante ellos, Rivadavia susurraba como si estuviera lejos, y los colectivos los escoltaban sin que lo supieran- … Que nunca me cayera ahí

- Pero claro, bobo- dijo Juana arrodillada, riéndose, mirando de lleno al túnel que tenía principio, pero no final- Si te caés ahí, no volvés más.- Y su voz repitió «Si te caés ahí, no volvés más»

- Debe ser, ¿No?

Felipe también miró el túnel, sin embargo, no dejó que su voz se esparciera por él. Fuera del parque, la ciudad ardía en obligaciones; dentro, Felipe y Juana miraban aquel agujero con la mordacidad que puede tener la curiosidad de un niño.

Juana se puso pesada. Empezó a molestar a Felipe, que te empujo, que sí, que no, vení para acá Feli, mirá que te tiró eh. Se corrieron y dieron vueltas hasta que cayó el atardecer sobre ellos. Hasta que el tropezón de Juana, fue caída.

Cayendo al gran túnel, pegó un alarido y se agarró a las zapatillas de Felipe, que absorto se perdía en las lágrimas de Juana que le gritaban ¡Feli, agarrate de algo, no me quiero caer! ¡Feli! ¡Feli!

Él no pudo reaccionar. Como si fuera un fuego letal, el miedo de Juana quemó su fortaleza y cayó, despertando en ella la desesperación de no volver, de no volver más.

La caída parecía durar los mismos años de la abuela. No había luz, no había miedo ya, la lógica no existía y el único sentimiento que podían sentir, era la pérdida de algo que no lograban descifrar.

Algo los hizo tomar otra dirección. Sintieron que se elevaban, y entonces fue cuando salieron despedidos por una corriente de aire, que los hizo aparecer en otro parque, añejado, vivido por otros que ya no eran ellos.

Ahí estaban Juana Y Felipe. La remera le oprimía el voluptuoso pecho a Juana, quien se encontraba con sus pantalones rotos y el pelo hasta la rodilla. Felipe tenía barba de años, y arrugas de haberse curtido con el tiempo.

Se miraron. Se olieron. Tardaron en levantarse. Tardaron en darse cuenta. Pero cuando consiguieron emitir palabra, comprendieron qué habían perdido.




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Después de mucho tiempo, hola de nuevo. Tenía ganas de dibujar algo para esto, tal vez lo haga después.

Abracito!

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2 comentarios:

Wepa dijo...

Llena de fé. Me encanta.

Darío dijo...

Me gustó este pequeño viaje de parque a parque...