lunes, 2 de mayo de 2016

Jero, El Bosco.

Nos conocemos hace como 8 o 9 años. Viene sin avisar y se queda  un rato conmigo. Yo recibo su visita con interés y le digo:
-Hola, Jero, qué bueno que viniste.
En realidad, no sé como se llama. Yo le puse Jerónimo porque merecía un nombre. Al final, resultó ser un gran nombre. Se llama como El Bosco, vaya honor. Un pintor viene a visitarme y yo le ofrezco comida cada vez que llega. Entra por el patio, nunca por la puerta principal. Pero, los cuatro sabemos que la puerta del corazón de esta casa es la del patio. Las gatas lo quieren, bah, Tali no tanto. Con la Molly, se conocen desde que eran chicos, son buenos amigos.
Quizá tuvo una casa, hace muchos años ya. Y un día decidió irse, prefiero creer que decidió irse. A veces no lo veo por largas temporadas. Sin embargo, siempre vuelve. Antes me tenía miedo, y hoy descubrí que algo cambió en sus ojos.
Estás viejo, Jero. Viejo y curtido. Tus orejas están tajeadas, tu pelo áspero y sucio. Flaco, flaquísimo de a ratos. No puedo más que darte un poco de comida y dejar que te acomodes en el sillón o en la silla, donde más te guste, y por un ratito nos tengas a nosotras como familia.
En verdad, nos tenés como familia.
Adoro que vengas cuando tenés ganas de estar en un lugar tranquilo, sin que nadie te persiga o te eche a los escobazos. Yo no puedo retenerte acá, aunque me gustaría, sé que estarías cuidado y sano. Pero vos tenés esa esencia que sólo los libres conocen y me hacés ver que, a pesar de que podrías irte para siempre, elegís volver a casa. Y confío en que voy a volver a verte, no sé cuándo, qué tarde de frío o qué mañana de Sol. Vos volvés y acepto tu visita con la naturalidad de pertenecernos en esa instancia compartida.
Porque hoy en tus ojos vi que me querías. Que te gusta que te acaricie atrás de la oreja y te diga que me gusta verte.
No puedo retenerte. Solo celebrar la libertad que destilan tus ojos de otro tiempo. Ojos que no entienden de noches de barrio, porque están mucho más lejos que eso.
Sólo puedo hacer eso y abrir la puerta cuando te escuche llegar.

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